jueves, 4 de diciembre de 2014

Mi experiencia de voluntariado: Camboya, un sueño

Esta experiencia como voluntaria nació del sueño de hacer algo que creía justo; de la ilusión de conocer otras realidades, de aprender, compartir y transmitir lo aprendido. Después de algunos voluntariados nacionales, creí que era el momento de ir más allá, de recibir una buena dosis de realidad  diferente a la que vemos día a día y sobre todo, de aprender.

Después de un curso de formación en la ONGD Madreselva, en el que nos dieron formación en primeros auxilios, salud, cooperación, resolución de conflictos, talleres, habilidades sociales, etc. llegó el momento de elegir destino y proyecto. Se habló de muchos interesantes pero ninguno por el que me hubiera decantado sin dudar…Y de pronto apareció Camboya como nueva posibilidad. No sé si al resto de voluntarios les pasó algo parecido con sus elecciones pero yo sentí una conexión brutal con este lugar y con este proyecto desde el primer segundo, y cuando llegué entendí por qué.
Después de un viaje agotador de 26 horas y cuatro aviones distintos, Sister Gema me recogió en el aeropuerto de la capital, Phnom Penh, aún lejos de la ciudad en la que iba a vivir, Battambang.

Cuando por fin llegamos al centro estaban todas las niñas y las hermanas esperando en el porche. El recibimiento fue emocionante. Esa misma noche tuve la oportunidad de dirigirme a todas ellas (con ayuda de una de las hermanas que traducía) y contarles las ganas que tenía de estar aquí, las ganas que tenía de aprender de ellas y de enseñarles todo lo que pudiese, y las sensaciones tan buenas que había tenido desde el primer momento que puse un pie en la casa. Me hicieron sentir en familia desde el minuto uno, sin hablar el mismo idioma y sin habernos visto nunca antes. La hermanas también me acogieron como si fuese una más en la comunidad.

Mis funciones principales aquí son: enseñar inglés, baile y voleibol; encargarme de las fotos cuando vamos a visitar a las familias de las chicas (cosa que hacemos casi todos los sábados); enseñar un poquito de inglés a través de bailes y canciones en algunas escuelas infantiles; y ayudar con algunas traducciones. ¡Me encanta mi trabajo!

Llevo cerca de dos meses aquí y aunque se han pasado volando han sido intensísimos. La sensación que tengo es de estar completamente en otra realidad, diría que hasta en otra vida. Lo que creía imprescindible allí aquí ha perdido toda la importancia. Mis preocupaciones, miedos y prioridades han cambiado radicalmente. Diría que la vida aquí no puede ser más bonita, lo que no significa que la realidad lo sea, sino que cada cosa que se hace tiene sentido; el tiempo y la energía están perfectamente invertidos. El sentido de familia, de compañerismo y de generosidad van mucho más allá de lo que conocemos allí, o por lo menos de lo que yo había experimentado.

Por supuesto que también hay dificultades. El idioma puede ser una barrera muy grande y puede llegar a ser frustrante no ser capaz de comunicar más. En seguida empecé a conocer más a las chicas y sus historias, a cogerlas cariño y a preocuparme por ellas. Las siento de alguna forma como mis hermanas pequeñas, las quiero y me preocupa que estén bien. Cuando veo a alguna un poco más triste o seria de lo normal, daría lo que fuera por hablar su mismo idioma para poder pasar de las conversaciones superficiales que podemos tener en inglés o las nulas que podemos tener en khmer, que por cierto es súper difícil. 

Sin duda una de las cosas que más me ha sorprendido ha sido lo divertida que puede ser la vida con hermanas. No es que tuviera prejuicios porque realmente conocía poco acerca de lo que era la actividad diaria que ellas hacían aquí, pero nunca imaginé que iba a pasármelo tan bien con ellas. Creo que he tenido muchísima suerte con la comunidad en la que he ido caer, son divertidísimas y me hacen sentir en familia en todo momento.

En estos dos meses he tenido la oportunidad de conocer realidades muy distintas, algunas bastante duras; de compartir, divertirme, aprender y abrir mi mente; de pasar tiempo sola y conocerme mejor; de sentir muchísimo amor, más del que había imaginado; de sorprenderme y emocionarme; de enseñar alguna cosilla; de conocer a gente extraordinaria… Y sobre todo, después de estos dos meses puedo decir, que creo cada día más en las personas que trabajan por amor. Me parece un trabajo puro y no puedo describir lo feliz que me hace estar formando parte de eso.


Aún me queda mucha experiencia por delante pero sé que ya ha cambiado algo en mí. Animaría a cualquier persona a vivir algo parecido.

Gracias Madreselva por la genial formación y por la seguridad que dais a vuestros voluntarios. Y gracias Cristina por el apoyo incondicional.



Un abrazo fuerte desde Camboya!

Chum Rieb Lie!! (Adiós!!)

Sara Clabo




Podéis seguir a Sara en su blog: http://diariodeunavoluntaria.blogspot.es/