miércoles, 16 de octubre de 2013

Dilla y su clínica Prodigiosa

El sur de Etiopía
Dilla, sur de Etiopía a 370 kilómetros de la capital, Addis Abeba. Casi setenta mil habitantes, la mayoría dedicados a la agricultura de subsistencia.

Tasas de mortalidad infantil y materna más altas que la media del país. Una de las principales causas de muerte entre los niños es la malnutrición severa. Las recientes hambrunas de los últimos años ha agravado la situación. Refugiados somalies han llegado a la zona. Toda esa impactante realidad no ensombrece la belleza natural del entorno. Frondoso, exuberante, una de las principales comarcas productoras de café de Etiopía.

 La Misión Católica se estableció allí hace casi 30 años. Poco a poco fue creciendo. Las Hermanas y los Padres Salesianos tienen colegio de primaria y secundaria, centros de Formación Profesional, con talleres de Costura, Informática, Mecánica, Madera…. Una labor extraordinaria  dirigida a la formación de la población más joven y, a su salida profesional para que tengan un futuro.  Además, las Hermanas salesianas tienen, un Jardín de Infancia, del que se sienten muy orgullosas. Fue construido, gracias al apoyo de  Madreselva. Cada año más de cien niños reciben aquí su primera educación.
Pero, si todo esto es importante, la joya de la corona, es el Centro de Salud don Bosco,  también en marcha gracias, en  buena medida, a la ayuda económica de Madreselva.

En este Clínica y en la Escuela de Verano de la Misión, hemos tenido la suerte de colaborar los voluntarios de Madreselva, Simon Grayson y Carmen Corredor. Un privilegio para nosotros.
 En el Centro de Salud, se trata, diariamente, a unas 80 pacientes. La mayoría son personas muy pobres, que llegan andando, en muchas ocasiones, durante varias horas.

Las afecciones más comunes son la malaria –en los últimos tiempos aumenta la malaria infantil-, la tuberculosis, bronquitis , reumatismo, tifus, elefantiasis, sida, infecciones múltiples, enfermedades de transmisión sexual, malnutrición, raquitismo, quemaduras…..


La Clínica cuenta con laboratorio, que agiliza enormemente el diagnostico de los pacientes. Una tarde, estábamos realizando actividades con los niños en la Escuela de Verano y observamos que una de las pequeñas, Selam, de solo cinco años, estaba pasiva, como inmovilizada. Parecía que tenía una fiebre muy alta y la llevamos a la Clínica, a sólo unos pasos del patio de la Misión. Le tomaron muestras y, media hora después se dio el temido resultado: Selam tenía malaria. Su madre llegó sumida en un baño de lágrimas. En la Clínica empezaron con  el tratamiento.

El Centro tiene su propia  farmacia. Periódicamente, la directora,  sor Corazón, una extraordinaria doctora dedicada en cuerpo y alma a los enfermos, viaja a Awasa ó a Addis Abeba a recoger los medicamentos.
 Especial dedicación se brinda a la atención pre-natal, postparto, inmunización y vacunación. Cada jueves los pacientes son niños y madres, que siguen los controles periódicos de vacunación, peso,  malnutrición y  control del parto. Durante nuestra estancia, dos excelentes voluntarias polacas, Ewelina y Marta , matronas, ayudaban en la tarea  a sor Corazón y a las magníficas enfermeras, todas etíopes..

Nuestra labor como voluntarios de Madreselva la realizamos en la Administración. Con nuestra jefa Assele, todos los días, preparábamos y ordenábamos  las historias de los pacientes. También ayudamos en la clasificación e informatización  de las medicinas  en la Farmacia. Y los jueves, preparábamos las vacunas para los niños. Todo un aprendizaje, que agradecemos a las Hermanas y a todas las enfermeras de nuestra querida Clínica.
Por las tardes, colaborábamos en la Escuela de Verano del Oratorio.  Enseñábamos inglés a las más pequeñas –sesenta niñas en la clase-, todo un reto. Y luego, organizábamos las actividades recreativas y de juegos educativos.

Además, hemos grabado imágenes de todas las actividades de la Misión para hacer un documental. Es importante que en  España se conozca el trabajo que las Hermanas y los Padres realizan allí y  cual es la realidad de Etiopía en salud, educación, la vida cotidiana de la gente, la labor de los voluntarios …..
 Todo lo que se haga es importante y necesario en Dilla.  El trabajo diario de la Clínica es fundamental para mejorar las condiciones de vida de la población. Salesianas y Salesianos tienen  claro que la  educación es el motor del cambio. Por eso, la actividad  empieza, cada jornada,  en el Centro de Salud, con una charla sobre prevención. Los pacientes lo saben y acuden a la sala de Información. El personal sanitario se distribuye y cada día, da consejos sobre  buenos hábitos de higiene, cuidados frente a la malaria, el tifus etc. Los frutos se están viendo poco a poco.

Después de nuestra extraordinaria estancia en Dilla, podemos decir que las Hermanas pueden estar orgullosas.

Pero, siempre crecen las necesidades. Ahora necesitan  un paritorio, fundamental para que disminuyan las altas tasas de mortalidad tanto de las madres como de sus hijos.
También se necesita  una sala de espera, para que los pacientes no tengan que aguardar en el patio, tantas veces con lluvia y frio.
Para conseguir la financiación, Madreselva se pusieron en  marcha una campaña en la red. Es un microproyecto de crowdfunding –cooperación colectiva- para la Clínica de Dilla.
 Después de estar allí, uno se da cuenta de que con muy poco de la ayuda de cada uno de  nosotros, se puede conseguir tanto para este  prodigio de Clínica, que tanto está colaborando en la mayor salud y  mejores condiciones de vida de la población de esta hermosa región de Etiopía.


Carmen Corredor. Voluntaria veterana 2013



martes, 1 de octubre de 2013

TRAS CONOCER EL HOGAR TESAPÉ PORÁ

Hola, soy Lola de nuevo. Antes de mi primera experiencia, escribí para huellas cómo había llegado a parar a Madreselva. Tenía dudas de si iba a ser de ayuda en Paraguay, en el Hogar Tesapé Porá, no sabía si me iba a gustar o lo iba a pasar mal. Mucha gente me decía que era muy valiente, y yo me agobiaba un poco, porque nunca me he considerado valiente. Cristina me dio el otro día una carta que escribí yo el primer día del curso de voluntariado, y la conclusión de toda la parrafada, es que sabía que algo, Dios, el destino, la educación que he recibido, o como lo quieras llamar, me empujaba a irme de voluntariado.  Y efectivamente tenía razón.

Al principio tenía miedo de no encajar con mi compañera de viaje, Elena; pero la verdad es que ha sido genial ir con ella. También tenía miedo de cómo iba a ser el trato con las hermanas y las cuidadoras de las niñas ("tías") de allá; y todas nos han ayudado y cuidado mucho. En concreto, hemos tenido mucha suerte con Tía Mónica, pues tenía más o menos nuestra edad, y hablábamos mucho con ella, nos aconsejaba, nos enseñaba la ciudad, y con ella viajamos a las Cataratas de Iguazú, a Ciudad del Este...
El Hogar Tesapé Porá, se encuentra en Villarrica, una ciudad muy chiquitita cerca de Asunción en kilómetros, pero muy lejos en tiempo, pues para hacer 170 km, tardas como cuatro horas y media en autobús. Es un hogar que acoge a niñas con diferentes problemas, algunos muy graves, otros no tanto. En cualquier caso, niñas de las que sus padres no pueden hacerse cargo. A lo mejor hay gente que se imagina un edificio cutrecillo, y con pocos recursos. Para nada es así, tiene de todo: agua caliente, luz, buena comida, wifi (no muy bueno, pero tiene), un patio, una panadería, una casa para las mayores y otra para las pequeñas... Es un Hogar que lleva bastante tiempo, y poco a poco, voluntarios han ido llevando cosas físicas necesarias, o simplemente ideas que luego las sores de allá han podido cumplir.

     
Cuando llegamos, las pequeñitas no se despegaban de nosotras. Siempre querían jugar y que les contases cosas. Yo estaba encantada, pues no tuve que hacer nada para ganarme su atención. Las mayores... es otro caso. Tardaron más en dirigirnos la palabra, pero tras la primera semana ya nos hablaban todas. Reconozco que esa semana sí que tenía preferidas, pero poco a poco esas preferencias se iban borrando. Para mí, todas las niñas tenían algo que las hacía únicas, y todas me han enseñado algo. Podría ahora mismo contaros algo de cada niña, pero creo que si alguien está más interesado en el proyecto, que me pregunte en persona, pues ahora no quiero ocupar mucho más espacio para no cansaros.

Sé que lo que voy a decir lo habréis escuchado millones de veces a otros voluntarios, pero creo que yo di menos de lo que las niñas me dieron a mí. Yo lo único que hacía era bailar, jugar, ver pelis, de vez en cuando sí que les explicaba algo de matemáticas o algo así, pero poco. Ellas me enseñaron muchas más cosas sobre la vida, sobre la felicidad...


Espero poder volver el verano que viene con mis niñas, aunque sea solo unos pocos días. Muchos amigos me dicen que por qué no pruebo otros lugares. Y yo, en parte quiero conocer más proyectos, pero después de haber vivido en Villarrica un mes, me es imposible pensar que no voy a volver nunca más. Además hice una cosa que no os recomiendo, y es prometerles a las niñas que voy a  volver. Cuando una niña te mira a los ojos y te dice muy en serio que no te vayas, que te quedes con ella para siempre, es inevitable (por lo menos para mí) decirle que no la vas a volver a ver en la vida. Otra anécdota es que una de las mayores (bueno de 12 años) nos preguntó un día a Elena y a mí, que si nos aburríamos allí con ellas. Nosotras le respondimos que no, que nos lo pasábamos muy bien, y que por qué nos preguntaba esa tontería. Ella nos dijo que porque luego nunca volvíamos.

Bueno, pues espero que algún día vayáis a Villarrica, y os llene tanto como a mí.

Lola Teja (Voluntaria 2013)