jueves, 25 de octubre de 2012

Contrastes III. Castas colas des espera y estrés, mucho estrés



En esta ocasión, vamos a desmontar algunos de los estereotipos sobre los indios y su cultura, o al menos intentarlo. En cuanto a la tan predicada espiritualidad de los indios, se pueden ver representaciones religiosas de todo tipo por doquier como comentaba la semana pasada, aunque quizá hay que apartarse del mundanal ruido de las grandes ciudades como Bangalore para apreciarlo mejor porque desde luego en el caos de la vida metropolitana toda espiritualidad es pura casualidad. De hecho, destacaría de la idiosincrasia india la ansiedad por conseguir las cosas y el nerviosismo en la conducción, en los transportes, con respecto a la comida, algo que me ha resultado realmente sorprendente dada la fama de su paciencia y tranquilidad; mi experiencia contradice totalmente este estereotipo: espirituales sí, en el templo; pero nada de paz y calma en la vida cotidiana.

En el momento en que intentas subir a un tren cientos de personas ansiosas empiezan a empujarse para subirse a la vez, o sino los autobuses locales que son de lo más concurrido y donde el conductor apenas se detiene para dejarte subir.

Lo que yo he podido observar en estos meses de la idiosincrasia india es contradictorio a ojos de un occidental. Los indios se ofrecen a ayudarte hasta extremos insospechados: para que llegues a tu destino o para que encuentres lo que buscas. En una gran mayoría de los casos, quizá porque el sur no es tan turístico como el norte del país, lo hacen de forma altruista a pesar de las pintas inevitables de turista que acarreamos. No obstante, cuando se trata de subirse a un medio de transporte o conseguir algo, la cosa se puede poner muy tensa, en un templo he llegado a ver cómo pegaban a alguien con una caña de bambú por saltarse las colas y ¡hemos llegado a las famosas colas de espera indias! En una estación de tren nos se respetan en absoluto, pero sí en los cines y en los sitios turísticos, aunque siempre con un punto de desesperación en sus caras por lo largo de la espera. Conmigo en todo momento han sido muy respetuosos, pero quizá es porque al ser extranjera consideran que tengo un estatus social superior, y es que desde luego el clasismo y la jerarquización de la sociedad india es inmenso, se puede ver en el trato a las hermanas, en el trato proferido por los empleados públicos al resto de la población, ¡en absoluto parece que estén ofreciendo un servicio! Sino que están por encima de los demás y así con ejemplos continuos cada día de cómo, aunque las castas estén abolidas por ley, siguen siendo un lastre para la sociedad.

Esto se puede ver, sobre todo, en lo que se refiere al reparto de la riqueza y a la obtención de un puesto de trabajo, pertenecer a una casta baja, los conocidos como dalits e intocables supone no tener derechos en absoluto en comparación con las castas más altas. Por ejemplo, en un pueblo en el que estuve cerca de Dindigal en Tamil Nadur al sudeste del país, el poblado estaba divido por castas y solo les separaba una carretera, las castas más bajas no pueden tener perros machos par evitar que dejen embarazadas a las perras de las castas más altas que viven enfrente. Sin embargo, en algunos lugares la pobreza es tal que yo misma soy incapaz de reconocer quién pertenece a las castas bajas o tribales y quien a las castas medias.
Esta situación parece ir mejorando con el trabajo de organizaciones nacionales e internacionales, pero el Gobierno mantiene una postura ambigua. Como decía, las castas están prohibidas por ley, pero las personas tienen un carnet de identidad donde se especifica con claridad su casta por nacimiento y de la que no se puede salir de por vida.

Es necesario conocer bien la mentalidad india para trabajar con ellos, puesto que los indios consideran, sobre todo si se trata de hindúes, que su nacimiento les liga de por vida a una casta determinada y creen que poco pueden hacer para cambiarlo. Por ello, sugerir educación, mejoras en las condiciones de vida y apoyar para que estas personas alcancen la igualdad de oportunidades es el mejor trabajo que se puede en India, aunque de momento persista la discriminación.

Tatiana Villacieros

viernes, 19 de octubre de 2012

Mis primeros días...


Mis primeros días en La India son…diferentes. Hay cosas que al principio me sorprendían, como que coman con las manos. Lo mezclan todo: la salsa, el arroz y lo que haya y… ¡para la boca! Es curioso ver con la facilidad y la gracia que lo hacen, siempre limpios, manchándose sólo un poco las manos. Otras que me hacen gracia, como ver a un mono corriendo por el jardín de la casa o por mitad de la carretera y que a nadie le sorprenda, sólo a mí. Otras que me entristecen, como ver las calles llenas de basura. Otras que me hacen relamerme la boca, como los distintos y picantes sabores. Otras que me enloquecen, como el ruido del claxon en todo momento. Otras que me hacen abrir bien los ojos y los oídos, como los colores de las prendas de vestir de las mujeres o la música y las danzas de las niñas, y otras que me sacan una sonrisa, como cuando los niños vienen y me dice “Mum, how are you?”
He de decir que antes de venir aquí no tenía mucho conocimiento de la sociedad india más que alguna que otra película, el yoga, la religión Hindú (por encima), Bollywood (que resulta que es sólo un tipo de cine indio, el hablado en hindú y que luego cada región tiene su propio estilo de cine con la lengua de la zona), que hay una desigualdad bastante grande entre los ricos y los pobres… Bueno y algunas anécdotas de amigos y amigas que han viajado por aquí: “¡Es el país del viajero!” me decían unos, “La gente es muy simpática, ya lo verás” me decían otros “Es un país que sorprende” me decían todos. Y, de momento, todo esto es verdad, bueno por lo menos lo último, porque a viajar empiezo en unos días.
Con muchas ganas de conocer todo lo que pueda, aprender todo lo que me puedan enseñar e intentar aportar algo de lo poco sé, pero por experiencias anteriores sé que al final me terminaré llevando yo más de lo que deje.

Mis primeros días en La India son…diferentes.



Lucia López (Voluntaria de gestión de proyectos 2012)

jueves, 18 de octubre de 2012

Cotrastes II. Religión y otros avatares del voluntario

“No entiendo nada”, eso es lo primero que pensé nada más subir en el avión con destino a India y no sólo es que lo pensara en ese momento, sino que se ha convertido en la frase más repetida a lo largo de mi experiencia como voluntaria. No entiendo por qué la comida tiene que picar hasta que uno no siente los labios, no entiendo cómo son tan amables conmigo los indios y luego se matan a empujones para subir al tren, no entiendo por qué todo está sucio hasta límites insospechados… y así hasta tener un número increíble de preguntas avasallándome en cada esquina.
La India tiene un tamaño continental y viven más de 1100 millones de personas, hay 28 Estados y 7 territorios independientes, existen más de 20 lenguas oficiales, conviven decenas de etnias y sobre todo centenares de castas y subcastas, además de hindúes, musulmanes, sijs, budistas, jainistas, católicos, etc.
Cuando Madreselva me dio la oportunidad de ser voluntaria en La India muchos sentimientos contradictorios se enfrentaron en mi interior, la alegría por cumplir un sueño, el miedo a la cantidad de trabajo que me esperaba, la tristeza por dejar a mi familia y amigos, pero sobre todo la ansiedad por descubrir las experiencias y aventuras que me aguardaban. Tras 5 meses en India y la cantidad de anécdotas que he vivido, los miles de kilómetros que he viajado y los cientos de personas que he conocido son imposibles de resumir en unas pocas líneas, pero puedo esbozar algunas de las cosas que he aprendido.
Las primeras semanas no fueron fáciles, primaba en mí el deseo de volver a casa, de ver a los míos y dejar atrás la locura del tráfico de Bangalore, el calor espantoso de Chennai y la contaminación que te impide hasta respirar cuando estás sentado a toda velocidad en un autorickshaw, bueno a toda la velocidad que un tuk-tuk puede alcanzar, digamos que unos 50 kilómetros por hora.
No obstante, finalmente el trabajo me absorbió y poco a poco me fui integrando en la vida del país. La Fundación Madreselva trabaja en países en desarrollo sobre todo a través de proyectos con las Hermanas Salesianas. En estos meses aprendí mucho sobre el trabajo en cooperación, pero sobre todo he aprendido sobre mí misma, cómo gestionar la soledad, cómo lidiar con las injusticias que uno ve cada día y cómo aclimatarse a una cultura totalmente diferente.
La vida en el convento no es fácil, aunque las Hermanas o Sisters como aquí las llaman son muy atentas y cariñosas, el ambiente puede ser un poco agobiante, sobre todo, porque uno pasa de tener una madre a 12.000 kilómetros de distancia a tener 5, 10 o 30 dependiendo de la comunidad y zona donde esté trabajando. No fumar, no llevar tirantes, no tener un bar al que ir con los amigos, ir a misa todos los domingos, puede ser abrumador para cualquiera, pero solo hace falta una cosa, tolerancia y conocer a las personas. Todas las vicisitudes de los viajes y convivencia que puedo relatar se compensan con el trato que he recibido por parte de los niños, mujeres y jóvenes que agradecen sobre manera cualquier pequeño detalle que tengas con ellos. Sin duda, las personas son el gran capital social de India.
Volviendo al tema religioso que es uno de los más transcendentes para comprender la sociedad india, puedo decir que las misas católicas son cuanto menos sorprendentes. Las he presenciado en varios idiomas, con servicios de hasta dos horas y medias, pero lo que más destaca es que si en España a alguien se le ocurriera decorar una iglesia como lo hacen allí probablemente se enfrentaría a un juicio o al menos a una airada opinión pública. En India a la hora de decorar o complementar un rito religioso todo parece poco, luces de led, espumillón, tambores electrónicos para acompañar la eucaristía y hasta proyectores para que los fieles no pierdan el hilo de la misa.
También en las otras religiones del país, los rituales son curiosos desde las donaciones de pelo en Tirupati, uno de los templos más grandes y sagrados del hinduismo que visitan millones de personas al día, las danzas y cánticos transcendentales o las ofrendas de todo tipo. Además, se puede escuchar la llamada a la oración del imán prácticamente en cualquier pueblo, aunque los musulmanes sean una minoría; y cerca de Mysore pude visitar el Templo Dorado budista, donde viven miles de monjes, muchos de ellos refugiados tibetanos. Fue para mí sorprendente verles lavar la ropa, trabajar en la tienda de recuerdos vendiendo Coca Cola, hablando por el móvil, comprando de todo en los pueblos vecinos, o meditando, pero sin duda lo que más me sorprendió fue ver a los monjes de apenas tres años correteando en los alrededores del templo, porque el monje budista nace, no se hace.
Así que los contrastes religiosos están asegurados en India, pero a pesar de esta gran variedad de fes y ritos, la población convive, tolera y respeta las diferencias del otro. Es cierto que hay casos de discriminación o violencia interreligiosa, pero si pensamos en las proporciones del país asiático, son pocas para la complejidad que presenta una sociedad de estas dimensiones y complejidad.

martes, 16 de octubre de 2012

La historia de Laxmi

Hola, me llamo Laxmi y tengo 16 años, vivo en un suburbio de Chennai con mis dos hermanos y mis padres. Somos procedentes de un pueblo agrícola a 200 kilómetros de la capital, pero hace unos años vinimos aquí para buscar mejores oportunidades laborales para mi familia. No hemos tenido suerte, nos dedicamos a la recogida de basura. Mis hermanos son más pequeños que yo y estudian en un colegio público, yo acabé hace un par de años mi educación básica, pero mi familia no puede permitirse mi acceso a una educación superior porque no dispone de recursos.
A pesar de que soy una buena estudiante, la desesperada situación de mi familia provocó que mis padres decidieran casarme, así tendrían una boca menos a la que alimentar y conseguirían algunos ingresos con el pago de mi dote, me sentía atrapada y con pocas opciones de futuro. Sin embargo, hace unos meses mi situación dio un giro esperanzador, cerca de mi barrio encontré el Centro de Formación Profesional de Kodambakkam donde las Hermanas Salesianas me han ofrecido una beca para estudiar un curso de informática y de inglés. Esta formación me va a capacitar para encontrar un trabajo cualificado y permitirá a mi familia salir de círculo de la pobreza en la que llevamos inmersos desde hace años.
 No obstante, los ordenadores están obsoletos y tenemos que compartirlos con cuatro compañeros más, lo que dificulta las clases y el aprendizaje, por eso desde aquí te pido tu ayuda para comprar nuevos ordenadores que nos abran la puerta a decenas de jóvenes y mujeres hacia un futuro mejor.  Además, al contar con pocos ordenadores, somos pocos los que podemos disfrutar de estas becas y estudios cualificados, por eso si consiguiéramos estos nuevos ordenadores, seríamos más los jóvenes y mujeres con una capacitación técnica de calidad.
Desde la Fundación Madreselva os hacemos llegar la petición de Laxmi y de decenas de beneficiarios que solicitan la compra de 5 nuevos ordenadores a través del proyecto “Tecnología para el futuro” para el centro de formación profesional de las Hermanas Salesianas en Chennai. Podéis participar en esta campaña a través de http://microdonaciones.hazloposible.org/proyectos/detalle/?idProyecto=25 y sino puedes donar, ¡compártelo!, porque tú sí tienes ordenador, porque tú sí puedes ver este mensaje. Gracias por vuestra colaboración.

jueves, 11 de octubre de 2012

I. Contrastes.

 
En India todo puede pasar, todo puede suceder porque las contradicciones y los contrastes forman parte de la vida cotidiana de los indios e indias que se enfrentan con estoicismo a las penurias y sorpresas de los pueblos y ciudades de este subcontinente. Pero estos contrastes también forman parte de la vida de los voluntarios que como yo nos vemos inmersos en un mundo nuevo, caótico y desconocido que se convierte poco a poco en costumbre, orden y hogar del visitante o del turista, del empresario o del voluntario.

Cuando llegué a Chennai, primer destino de mi aventura, pensé que no iba a entender nada y en muchos casos así fue, hace falta madurar cada imagen grabada en la retina, cada olor, cada conversación, cada impresión para sacar conclusiones sobre este país y aún con todo, incluidas miles de páginas de documentación, no resulta fácil comprender la inmensidad cultural de la colosal India.

Los burkas de las mujeres musulmanas frente a los descocados saris de las hindúes, los caros trajes de marca de las oficinistas de clase media junto a los vestidos de exploradora de las turistas y los harapos de los brahmanes; la mezquita, la iglesia, el templo hindú o budista próximos a los centros comerciales de lujo; los zapatos de piel junto a las sandalias destrozadas de un niño o los pies descalzos y tullidos de un anciano; el móvil de última generación frente a los destartalados autobuses sin ventanas… Contrastes obvios, pero no exclusivos, porque si hay algo que caracterice más a India que sus contrastes es su tolerancia, su integración cultural y la convivencia. La oficinista maquillada puede ir sentada junto a la mujer musulmana que utiliza su móvil de última generación en el autobús destartalado, o el niño sin zapatos llevar un uniforme de un colegio reputado de la zona y la turista despistada puede ser una voluntaria española buscando un poco de sentido en este aparente desconcierto.

En esta serie de artículos voy a intentar acercaros a estos y otros contrastes que he podido vivir durante 6 meses en mi aventura por India, ¿os espero la próxima semana?


En la Fundación Madreselva ahora estamos inmersos en un proyecto de microdonaciones en el que puedes participar aportando una pequeña cantidad para comprar y transportar 5 ordenadores para jóvenes y mujeres del centro de formación profesional de Chennai. Y si no puedes donar, ¡ayúdanos a difundirlo!

http://microdonaciones.hazloposible.org/proyectos/detalle/Default.aspx?idProyecto=25

Tatiana Villacieros (Voluntaria 2012)




lunes, 8 de octubre de 2012

La Historia de Ana Cely Vargas: “ESTAMOS ABANDONADOS POR LAS AUTORIDADES”


  • Vecinos de Los Olivos y sus seis barrios de invasión  reclaman asistencia y un Centro de Salud.
  • Aseguran que el  Oratorio Don Bosco ha cambiado la vidas del barrio.
  • Historias de barrios de Cúcuta (Colombia)


Ana Cely Vargas, de 25 años llegó a Sabana Verde, uno de los seis barrios de invasión adjuntos a Los  Olivos, hace cuatro años .Vino con su hijo Víctor  Manuel, que padece parálisis cerebral. Vivían en el municipio de Tamé , en el departamento de Arauca. La violencia arrasaba a diario la zona. Un día la guerrilla los “invitó” a marcharse.
Ahora es una de 20. 000 personas, la mayoría desplazadas  por la violencia que viven en el  sector. Todas ellas en grave situación de  vulnerabilidad.  Desde hace dos años Ana Cely y su familia acuden , periódicamente, al Oratorio don Bosco de los Hermanos Salesianos, donde realizan distintos cursos de formación y donde, asegura, ha encontrado una nueva familia.”
“UN DIA  ME DIJERON “NECESITAMOS QUE SE PIERDAN DE  ACÁ”
“Vivía con mi esposo en el municipio de Tamé. Allí nació mi hijo Víctor Manuel, que ahora tiene 8 años. Dí a luz con una partera, que nos cobró 40.000 pesos. No podía pagar los 400.000 pesos que me pedían en el hospital. Nos dijeron que le faltó oxígeno al nacer. Pero, no creo que si hubiéramos podido ir al hospital su situación hubiese sido diferente. “, dice Ana Cely  en su casa de Sabana Verde.

“Alli estábamos en una finca de plátano, yuca y maíz. También vivía con nosotros, Kevin, un muchacho huérfano que acogió mi esposo. Un día que caminaba por el campo, sufrió un accidente por una mina antipersonas y le tuvieron que amputar las dos manos. Mi marido se vino con él al hospital de Cúcuta. Mientras tanto los enfrentamientos entre los distintos grupos guerrilleros eran cada día más violentos. Lo destrozaban todo, terminaban con el ganado, con todo…Habían matado a varias personas. Yo estaba sóla con Víctor, Manuel y un día, ya me dijeron: necesitamos que se pierda de acá”.

Eso fue el 11 de Enero de 2008. Ana Cely, agarró a su hijo y con solo una ollita se vino para Cúcuta. Lo dejó todo atrás.
 Los primeros tiempos fueron muy difíciles. A Víctor Manuel le diagnosticaron parálisis cerebral, pero no recibía terapia de ningún tipo. Kevín acaba de salir del hospital y había perdido las dos manos. No tenían donde quedarse.

“Durante unos meses recibimos una ayuda de la Cruz Roja, pero si salimos adelante fué por la ayuda de los amigos. Después de un tiempo, mi marido encontró un trabajo en la construcción y pudimos tener alguna plata”.

Como desplazados, Ana Cely, recibe una ayuda para toda la familia de 640.000 pesos dos veces al año.
“Al principio eran 915.000, pero ha ido disminuyendo” nos dice.
Con  dificultad, también ha ido consiguiendo terapias para Víctor.
“Todo es muy complicado. Hay muchas dificultades. Desde el 2008 le llevaba al Centro Rehabilitación del Hospital. El desplazamiento era complicado y, costoso. Y no  vimos mejora. Tuve que dejar de llevarlo porque no tenía con que pagar la buseta.”

Después consiguió que le dieran para terapias domiciliarias, pero, de nuevo un parón, porque le proporcionaron  una silla de ruedas y le quitaron la rehabilitación.
Desde hace tres meses, de nuevo, ha logrado tener terapia domiciliaria-
“Veo  resultados. Es verdad  que está más sueltecito. Y en lenguaje y ocupacional ha avanzado. Pero no ha recuperado el equilibrio y no se sujeta. Eso me preocupa mucho”.

Victor Manuel asiente a lo que dice su madre. Poco a poco ha conseguido emitir sonidos, y mueve la mano izquierda con destreza. Ahora acude, semanalmente a un curso de Pintura en el Oratorio don Bosco. Hoy ha dibujado un precioso paisaje en acuarela.

“Para nosotros el Oratorio don Bosco de los Hermanos Salesianos es muy importante. Yo acudo a todos los cursos que puedo.- cuenta Ana Cely-.  Ahora estoy en el Pedicura y Manicura, que nos cuesta solo 29.000 pesos y en el de Pintura, que es  gratis. Los jueves, tenemos una reunión de todos los discapacitados del barrio que quieran acudir. Nos apoyan mucho. David Umaña, el coordinador del Oratorio ha obtenido ayudas para que le compremos una cama a Víctor y pueda descansar. Nos ayudan si tenemos que hacer alguna gestión ó tramitación. Siempre sabemos que podemos acudir allí. Es un lugar abierto que recibe a todo el mundo”.

“EL ORATORIO DON BOSCO HA CAMBIADO LA VIDA DEL BARRIO”

En el sector, unas  1.500  personas sufren algún tipo de discapacidad. Son  adultos, jóvenes y niños. No tienen  ningún lugar cercano donde poder recibir rehabilitación. Por eso en el Oratorio, se ofrecen sesiones gratuitas para las personas más necesitadas.
 Kevin también acude periódicamente a las reuniones de los jueves del Grupo de Discapacitados.
Cuando sólo tenía 13 años, allá en Arauca, sufrió su primer accidente que le causó graves daños en una pierna.

“Había muchos combates entre el Ejército y la guerrilla. Lanzaron un mortero y me partió la pierna”.-dice. Ahora tiene un implante de platino y anda con dificultad. Pero, cuatro años después vino lo peor.
“Estaba trabajando y me aparte un momento del camino. Me tope con una mina antipersonas”.

 Después de tres meses en el hospital salió con las dos manos amputadas. A sus 22 años se defiende con gran destreza. Todo lo ha aprendido él solo.
Se matricula en todos los cursos que puede. Ahora acude al de Pintura en el Oratorio. Recientemente hizo uno de Sistemas.
“Me gustaría hacer un curso de Diseño Gráfico, pero me piden el Bachiller y  no lo tengo. Tampoco tengo ningún subsidio. Antes me dijeron que no lo podía pedir porque era de Arauca, y¿ si somos desplazados como lo íbamos a pedir?.Aquí solo dan indemnización al Ejército, la Polícia o a sus familiares. Para los ricos sí hay. Los pobres siempre pierden. Acá en Colombia es así”, dice con tristeza.
Ahora con ayuda de un abogado está intentado tramitar una ayuda.
“. Yo me manejo perfectamente y puedo trabajar. –nos dice .Pero, nadie me da un empleo. Estamos abandonados. Por eso valoramos tanto al  Oratorio. Su labor es muy buena. Ha cambiado la vida del barrio. Con  su presencia todo es muy diferente”.

 “ESTAMOS ABANDONADOS. NECESITAMOS UN CENTRO DE SALUD”.
 Ana Cely, que  también tiene una niña de 17 meses,  dice que lo que más desea es una educación para su niño.
“A él  lo mandan a centros especiales, pero yo quiero que el vaya a un centro normal. No me dicen que no, pero me ponen tantas pegas que  no es posible. Desearía que enviaran profesores especializados al barrio para que le den educación, que mi niño es muy entendido”
Otro deseo,que es  una  verdadera necesidad  ,es que hubiera un centro de Salud en  el barrio.
“Sería maravilloso –dice Ana C ely-Estamos abandonados por las autoridades en todos los sentidos. Los vecinos hacen lo que pueden. Si que hay que ayudar a arreglar las calles, se hace.. Pero la salud es lo más importante..Lo necesitamos con urgencia. El día a día se nos hace muy difícil”

Carmen Corredor. Voluntaria 2012

miércoles, 3 de octubre de 2012

Casa Maín (Santa Cruz de la Sierra - Bolivia)


¿Qué decir sobre mi experiencia en Casa Maín? Llevo aquí casi un mes y me parece que fue ayer cuando llegué y mi compañera Carmen y Sor Magdalena estaban esperándome en el aeropuerto; el camino en "movilidad" hasta llegar al hogar, viendo paisajes y personas diferentes, la llegada y los cientos de niñas rodeándome y haciéndome todo tipo de preguntas, diciéndome sus nombres, abrazándome, el cálido recibimiento de Sor Inés y el resto de la comunidad...
Pero por otro lado, ya me parece que llevo aquí toda la vida; los horarios de las ñiñas y voluntarias, las clases, los oficios, el rosario...parece que todos los días van a ser iguales, pero de una forma u otra al final siempre hay algún imprevisto. Sabemos cómo empezamos, pero nunca lo que nos deparará el nuevo día, es una constante aventura, excitante pero a veces agotadora.
La estancia en Casa Maín es también un bombardeo de nueva información para nuestros sentidos: sonidos como el canto fuerte y constante de las chicharras, el ruido ensordecedor de las lluvias torrenciales típicas del inicio de la primavera, el ulular del viento; olores como las flores desconocidas del jardin, el corral del "chancho", el jabón que utilizamos para lavar la ropa; sabores de las estupendas comidas que cada dia mami Vicky prepara para todas nosotras e incluso la sensación de las picaduras de los mosquitos que constantemente nos "atacan". Todo eso sin hablar de los sentimientos, que también pueden ser una verdadera montaña rusa, pasando de la frustración, impotencia o pena cuando no consigues que las niñas te hagan caso y estudien o hagan sus deberes a la más absoluta felicidad cuando vienen y te abrazan sin ningún motivo o te piden tu bendición antes de irse a la cama.
¿Qué decir sobre mi experiencia en Casa Maín? Que es una experiecia única e irrepetible, enriquecedora y con la que estoy aprendiendo muchísimas cosas, sólo espero poder dejar aquí, al menos, una mínima parte de lo que me voy a llevar.
Gracias!!


Chus Regueiro. Voluntaria 2012